lunes, 11 de noviembre de 2013

9 de agosto de 1780. Batalla del cabo de Santa María

Nos detenemos hoy en un suceso acaecido con ocasión de la llamada Guerra de Independencia de los Estados Unidos o Revolución Americana. No es precisamente muy comentado que el punto de inflexión de este conflicto surgido entre Inglaterra y sus colonias de ultramar vino marcado por el reconocimiento internacional a las colonias y la posterior declaración de guerra a los ingleses que las otras potencias del momento, Francia y España, llevaron a cabo. De los esfuerzos de Benjamin Franklin frente a la corte del rey Luis XVI surgió un apoyo financiero y económico que desembocaría en un conflicto abierto que acabaría por asestar el golpe más contundente dado al imperio británico durante el siglo XVIII.

Francia y España tenían viejas cuentas por saldar con Inglaterra. Hacía relativamente poco de la guerra de
los siete años, transcurrida entre 1756 y 1763, en la que Francia e Inglaterra se habían enfrentado precisamente en norteamérica, conflicto que desembocó en la pérdida de toda presencia francesa en Canadá, y en la que surgió la figura de un oficial de milicias de Virginia llamado George Washington. En cuanto a España, estaba vinculada con Francia por los pactos de familia, y hacía también poco de la llamada guerra de la oreja de Jenkins, entre 1739 y 1748, en la que habían intervenido precisamente tropas de las colonias norteamericanas bajo el mando del hermanastro de George Washington, Lawrence. Además España también se vería involucrada en la guerra de los siete años a partir de 1761. Como se ve, todos eran viejos conocidos y este conflicto no era sino una continuación de todos los que se habían dado a lo largo del siglo entre Inglaterra como potencia naval emergente y los reinos de España y Francia, que en esta época aún eran capaces, combinando sus fuerzas, de disputar la supremacía naval con garantías de éxito. 

De modo que en 1778 primero Francia y posteriormente España, en virtud de nuevo de los pactos de familia bajo el reinado de Carlos III, se involucraron de lleno en el conflicto, abriendo frentes en todas partes. Ataques a Gibraltar, a Menorca, a las posesiones inglesas de la india  y del Caribe, así como el envío de flotas en apoyo de los rebeldes de las colonias y el acoso a la navegación inglesa en todos los frentes constituyeron el empuje principal de la ofensiva llevada a cabo por una Royale marine francesa y una armada española que por una vez contaban con buques, mandos y tripulaciones entrenadas y a la altura de las circunstancias. 

De esta forma, en 1779, una escuadra combinada bajo el mando del almirante Louis Guillouet, conde de Orvilliers, y del jefe de escuadra español D. Luis de Cordoba, sembró el pánico en la propia costa inglesa al poner en fuga a la flota del canal, capturando al navío de línea HMS Ardent. No se llegó a desembarcar sin embargo debido a las dudas del francés y a una epidemia que se declaró en la escuadra. Sin embargo la población inglesa quedó impresionada y presionaría para que su armada defendiese de forma más cerrada sus costas, lo cual tendría una consecuencia inesperada. 

Así, el verano de 1780, un enorme convoy de 55 mercantes armados se aprestaba para llevar pertrechos y refuerzos tanto a las posesiones de la India como a la zona de combate en las trece colonias. El plan era que el convoy efectuaría la primera parte de la singladura unido y posteriormente se dividiría en dos. La flota del canal de la Mancha debía darle escolta hasta que alcanzase la seguridad de las rutas oceánicas, pero cumpliendo las órdenes recibidas del almirantazgo, la escuadra de escolta abandonaría al convoy a la altura de Galicia, regresando a patrullar las costas británicas ante la amenaza de la escuadra de Brest. El convoy continuaría bajo la escolta de un navío de línea y dos fragatas, alejando su derrota de las costas portuguesas y españolas para evitar encuentros desagradables. 

Con lo que no contaban los británicos es con que en aquella época el Conde de Floridablanca, Secretario de Estado de Carlos III y hombre fuerte de su gobierno, contaba con un excelente servicio de inteligencia que lo previno de la salida del convoy y de su derrota. La información fue remitida con toda celeridad a la escuadra que en aquellos momentos patrullaba el estrecho de Gibraltar, bajo el mando de nuevo de D. Luis de Córdoba, con 27 navíos de línea españoles y varias fragatas, a la que se acababa de unir una flotilla francesa de nueve navíos de línea y una fragata. De esta forma, esta poderosa escuadra se mantuvo patrullando en la zona del cabo de Santa María a la espera de su presa.

De esta forma, en la madrugada del 8 al 9 de agosto de 1780, a bordo del Santísima Trinidad, buque insignia de la escuadra, se avista un cañonazo lejano a barlovento. Cordoba presume acertadamente que se trata de una de las fragatas que ha mandado en misión de descubierta y vira en dirección a la señal. Cuando amanece, un bosque de velas se percibe, todas ellas con rumbo hacia la escuadra. Esta extraña circunstancia venía dada porque Cordoba mantuvo un fanal encendido sobre sus mástiles toda la noche, y el convoy inglés lo confundió con una señal de su navío de escolta, dirigiéndose a su encuentro y echandose por lo tanto en brazos de su enemigo. Verificada la identidad de unos y otros, el convoy intenta dispersarse mientras Cordoba iza la señal de "caza general". Las rápidas fragatas seguidas por los pesados navíos de línea consiguen en menos de doce horas capturar 52 buques de los 55 que componían el convoy. Sólo escapa la escolta, del navío de línea Ramillies y dos fragatas, que por tener los fondos forrados de cobre consiguen poner distancia con sus perseguidores. Esta ventaja técnica del forro de cobre habría de permitir a los navíos ingleses mantener cierta ventaja sobre sus homólogos francoespañoles, habilitándoles para romper el contacto con los navíos enemigos casi a voluntad,  hasta que esta solución fue aplicada también por estos.

A medida que las presas van llegando a Cádiz, se toma conciencia de las dimensiones de la captura. no sólo los buques y tripulantes, sino también todos los suministros y refuerzos. Las mercancías transportadas se valoran en 600.000 libras de la época, se capturan 80.000 mosquetes, equipo necesario para vestir y abastecer a doce regimientos de infantería, y más de 3.000 prisioneros, entre ellos 1.400 infantes y oficiales destinados a ultramar. Además, se capturan fondos por más de 1.000.000 de libras que transportaban los buques. Es la pérdida más sensible soportada por los ingleses hasta el siglo XX. Los navíos capturados suman 37 fragatas, 9 bergantines y 9 paquebotes, con un total de 294 cañones. Tres de las fragatas pasarán a servir como fragatas de guerra con la Armada Española, bajo los nombres de Colón, Santa Balbina y Santa Paula.

Así se cerró tal episodio, que pese a que efectivamente no se produjo combate de entidad, pasó a ser conocido como la Batalla del Cabo de Santa María. Tal circunstancia se presta a confusión, ya que posteriormente otro combate pasaría a ser conocido con el mismo nombre. Pero eso, una vez más, es otra historia...




Fuentes: Wikipedia, todoababorDescripción del apresamiento del gran convoy inglés en 1780 por la escuadra combinada de España y Francia al mando del general don Luis de Córdoba. La revista militar: periódico de arte, ciencia y literatura militar, Volumen 8, 1851

Imagen: "El Santísima Trinidad navegando con una escuadra española" Pintura de Carlos Parrilla Penagos, publicada en todoababor.