martes, 31 de diciembre de 2013

10 de agosto de 1904: Batalla del Mar Amarillo

Nos ocupamos hoy para concluir el año de un episodio de la guerra ruso-japonesa de 1904, que supondría
el primer enfrentamiento a gran escala entre acorazados de hierro, de los llamados pre-dreadnought. 

La armada imperial rusa contaba con una considerable potencia en el pacífico, pero su flota estaba dividida entre los apostaderos de Vladivostók y de Port Arthur. La flota japonesa, mandada por el que posteriormente sería elevado a la categoría de mito almirante Heihachiro Togo, alineaba un sorprendente número de grandes unidades, muchas de ellas construidas en terceros países dada la escasa capacidad de la incipiente industria naval nipona a principios del siglo XX. No en vano, apenas cincuenta años antes Japón era un país anclado en un aislacionismo feroz y en plena edad media. El fulminante ascenso y desarrollo económico japonés tendría su primera prueba de fuego en el conflicto con Rusia, toda una potencia europea. La victoria japonesa en este conflicto supondría la primera vez que un país asiático prevalecía frente a los hasta entonces todopoderosos países occidentales.

En todo caso, Japón consiguió hacerse con una considerable armada y con unas tripulaciones excelentemente entrenadas. El primer paso tras el inicio de las hostilidades fue el bloqueo por parte japonesa de los dos principales fondeaderos de la escuadra rusa, lo que marcaría el desarrollo del conflicto, conflicto que por cierto empezó con un ataque sin previo aviso con torpedos por parte japonesa a la flota rusa en Port Arthur, algo de lo que hubiesen debido tomar buena nota los estadounidenses...

Por parte rusa, los esfuerzos se centrarían en unir sus escuadras para poder reunir una fuerza equiparable a la nipona para un enfrentamiento directo. Así, se decidió trasladar a la flota del Báltico para equilibrar las fuerzas. El periplo de esta flota que tuvo que dar la vuelta al mundo para alcanzar su destino merecería por si sola una efeméride. 

Pero nos situamos en agosto de 1804, en Port Arthur. El almirante ruso al mando de la primera escuadra del pacífico, Wilgelm Vitgeft, no era favorable a una salida de puerto, algo en lo que disentía del Virrey. Éste último consiguió sumar a su causa al Zar y así el almirante recibió la orden imperial directa de realizar una salida en fuerza con el objetivo de alcanzar Vladivostok. 

La escuadra que se hizo a la mar en el amanecer del 10 de agosto de 1904 estaba compuesta por los acorazados Tsesarevich, Retvizan, Pobeda, Peresvet, Sevastopol y Poltava, los cruceros acorazados Askold, Diana, Novik y Pallada y catorce destructores. Por parte japonesa, Togo izaba su insignia en el acorazado Mikasa, junto con el que participaron en el enfrentamiento los acorazados Asashi, Fuji y Shikishima, los cruceros acorazados Nisshin y Kasuga, ocho cruceros protegidos, dieciocho destructores y treinta lanchas torpederas.

A las doce y media de la mañana ambas flotas se avistaron a la altura de Encounter Rock. Al mismo tiempo se incorporaba desde el sur el almirante japonés Dewa con otros cuatro cruceros, pero la flota rusa maniobró hábilmente y consiguió esquivar el movimiento de pinza nipón. Los buques de Togo sin embargo cerraron distancias y cuando se hallaban a ocho millas se rompió el fuego, siendo esta una distancia inaudita dado que los telémetros sólo tenían un rango de seis millas, pero los proyectiles de la artillería de 305 mm, los más pesados, alcanzaban bastante más lejos. En todo caso el buque insignia ruso Tsesarevich recibió doce impactos, pero el fuego ruso machacó al Mikasa, destruyendo el equipo de radio de Togo y obligándolo a maniobrar para reducir su exposición e incorporar más fuerzas a lo que ya era una persecución. 

El fuego japonés se centró en el buque ruso más atrasado, el acorazado Poltava, que apenas podía mantener el andar del resto de la escuadra, unos catorce nudos, pero éste devolvió el fuego junto con otros buques y castigó duramente de nuevo al Mikasa y al Asashi, que tuvieron que romper el contacto aprovechando su mayor velocidad. Tal y como se desarrollaba la batalla y con el crepúsculo acercándose, parecía que la flota rusa iba a conseguir forzar su salida. Su artillería se estaba empeñando con dureza y precisión, obligando a los cruceros japoneses a mantenerse a distancia y devolviendo contundentes golpes a los acorazados de Togo. La artillería japonesa, sin embargo, tenía ciertos problemas relacionados con la calidad de sus proyectiles, lo que inutilizó parte de su artillería más pesada. Sin embargo una de esas andanadas supuso un golpe de suerte ya que impactó directamente en el puente del Tsesarevich matando instantáneamente al almirante Vitgeft y atascó el timón de la nave induciéndole un viraje de doce grados. El resto de la escuadra siguió al buque insignia sin saber que se hallaba sin gobierno. El oficial al mando del Peresvet  tomó el mando de la escuadra pero un impacto japonés en el mástil de señales obligó a izar éstas en el puente, lo que las hizo poco visibles, lo que indujo el caos al no ser observadas por muchos de los navíos.

En este punto la batalla se hizo caótica, ya que simultáneamente el acorazado ruso Retvizan abandonó la formación y cargó contra la línea japonesa disparando todas sus piezas, pese a que se encontraba dañado y escorado en la zona de popa. Los cruceros acorazados japoneses hicieron varios impactos en el buque ruso, uno de los cuales hirió gravemente a su comandante, quien moriría posteriormente de resultas de las heridas recibidas en el combate. El Retvizan viró tendiendo una cortina de humo y salvando con su maniobra al buque insignia. 

Sin embargo, con la línea rota, muchas unidades con considerables daños, descabezada y bajo el acoso de la flota japonesa, la escuadra rusa viró y regresó a Port Arthur, dispersándose en el regreso. Cinco acorazados, un crucero y nueve destructores volvieron  a base. El Tsesarevich, el Askold, el Diana y el resto de los destructores se dirigieron a otros puertos siendo internados por las autoridades chinas, alemanas y francesas. Sólo el crucero Novik consiguió evadirse hacia el este, dar la vuelta al archipiélago nipón e intentar alcanzar Vladivostók, aunque no llegaría a conseguirlo, resultando dañado en un encuentro con cruceros japoneses, encallando en la isla de Sajalín. 

La batalla había durado seis horas de un furioso cañoneo. Se dispararon más de siete mil proyectiles de todos los calibres. Los marineros y artilleros rusos se mostraron muy capaces, y de hecho dañaron muy gravemente el Mikasa, golpeando contundentemente también al resto de  acorazados. De hecho las bajas japonesas, 330, fueron superiores a las rusas, 226. Sin embargo, desde el punto de vista estratégico los japoneses obtuvieron una victoria al conseguir mantener el bloqueo, lo que los dejaba en buena posición respecto al resto de la campaña naval. Todavía quedaban sin embargo múltiples combates navales de importancia en el conflicto, que duraría hasta 1905.

Pero eso, una vez más, es otra historia...

P.D.: El buque insignia del almirante Togo a lo largo de toda la guerra, el Mikasa, se conserva hoy en día en Yokosuka, siendo el único acorazado pre-dreadnough que se conserva en el mundo.

Fuentes: wikipedia, russojapanesewar.com